sábado, 28 de noviembre de 2020

Sobre un cuadro de Edward Hopper


Creo que un cuadro acaba perteneciendo a los ojos que lo contemplan.  Escogí "Dauphinee House" porque, como todas las pinturas de Hopper, contiene un montón de elementos que te hacen imaginar una historia. 

A primera vista, el cuadro evoca una alegría  aparente. En una primera ojeada atrae la brillante amalgama de tonos cítricos, verde lima, menta, amarillo cadmio… Pero en una segunda mirada podías descubrir algo menos risueño. Porque más allá del azul cian y el esplendor en la hierba (Wordsworth dixit), por encima de la reluciente pradera, hay una casa cerrada que se adivina primorosamente blanca, y que, para mí, constituye el núcleo de la historia.

Pensé que más allá de albor, de la perfecta gradación de azules: índigo, celeste, añil…, más allá del lavanda y el azul de Prusia, podía olerse el mar, tal vez  en un probable acantilado detrás de la casa, un mar poderoso, imperceptible a la vista. De ahí la turbulencia.

Porque, tras la aparente placidez, se percibe una amenaza cierta, palpable sobre todo en la silueta de los árboles, en ciertas formas extrañas que poseen una quietud siniestra, algo que recuerda a los pájaros de Hitchcock, una negrura de cuervos posados en los árboles que otorgan a la imagen una cualidad inquietante.

Y llegados a ese punto, creo que todos podríamos sentir que habitamos en esa casa sitiada; todos podríamos  reconocernos a nosotros mismos en  ese refugio contra las sombras, y sentir el palpitar de esa casa que se enfrenta al miedo cada día, desafiándolo con gestos cotidianos. Cotidianas e invencibles rutinas como el horario de los trenes, el café de la mañana que conjura la soledad de una jornada igual que la anterior, el olor a  pan caliente, la belleza de unas flores recién cortadas..., esa lluvia de detalles que, sin embargo, no sirven para que desaparezcan las sombras, porque todos sabemos que cada vez que los habitantes de esa casa imaginaria se asomen a la ventana, volverán a ver a los pájaros, y que los pájaros, como aves de mal agüero, continuarán en el mismo sitio,  imperturbables, tercos, como  manchas troquelando de suciedad el horizonte, amenazando la felicidad y los sueños...

Carmen Cabeza

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

miércoles, 25 de noviembre de 2020

Entrevista a Carmen Cabeza

 

 

Entrevista realizada por la Asociación de Escritores de Asturias (sept. 2020)

 

1.- ¿Crees que los escritores deben estar unidos en algún tipo de asociación?

Definitivamente, sí.  Aunque el oficio de escribir es algo que se realiza en soledad, a la hora de publicar y difundir tu obra, la orientación de las asociaciones y de otros escritores es muy importante. En la actualidad, debes aprender a  moverte por  un mundo editorial cada vez más complejo, por eso el asesoramiento resulta fundamental.

2.- ¿Cómo ves el panorama literario en España?

El libro se ha transformado en producto, en objeto de consumo, pero eso no ha redundado precisamente en su calidad. Se publican y venden muchos libros, quizá demasiados, y ese excedente ha  conducido a una banalización de lo literario: la literatura deja de ser considerada obra de arte para convertirse en  producto de ocio. De ahí que prolifere la literatura de evasión, de entretenimiento, el libro de carácter divulgativo... Pero eso no es exclusivo de España, claro. Pasa lo mismo en todas partes. La alta literatura, por llamarla así, sigue  siendo un género de minorías.

3.- ¿Y en Asturias?

En Asturias existe un ambiente de ebullición cultural.  En los últimos veinte años se han publicado una serie de obras muy interesantes, tanto en poesía como en narrativa. En ese sentido, la literatura asturiana está en auge. La mala noticia, sin embargo, es que lo que se escribe aquí no tiene una difusión relevante fuera de Asturias. La  invisibilidad mediática y comercial es nuestro mayor enemigo.

4.- ¿Qué medidas deberían tomar las autoridades para fomentar la lectura?

En mi opinión, no se lee menos que antes. Al contrario, se lee más, y en todo tipo de soportes.  Los planes de fomento de la lectura se siguen realizando en colegios, bibliotecas,  librerías, clubes de lectura, talleres… Nunca se ha reivindicado tanto la importancia de la literatura. Reconozco que el éxito es escaso entre el público más joven, que es el que menos lee, pero entre los adultos la cosa cambia. Otro tema es la calidad de las lecturas, claro, pero en eso no me meto. Leer no debe ser entendido como una obligación sino como un placer, y cada uno debe leer aquello que más le guste.

5.- Recomiéndanos algún libro tuyo.

Sin duda, el último. Lo acabo de publicar. Se trata de una novela que lleva por título: Nunca fuimos Ingrid Bergman

6.- ¿Cómo definirías tu literatura?

Intento que en mis obras aparezca todo eso que, en mi opinión,  sustenta el hecho literario: emoción, desasosiego, misterio, contención, belleza…  En realidad, siempre intento escribir los libros que a mí me gustaría leer.