martes, 29 de octubre de 2019

Origen de los cuentos de hadas






























Existe una conocida frase del escritor Luis Landero que afirma que "el hombre es un animal narrativo". Y añade, en una entrevista: “Todos vamos de la vida al cuento…, y del cuento a la vida”

Parece que, en lugar de homo sapiens,  nuestra especie debería llamarse homo narrator.  Porque todos necesitamos contar y escuchar historias en forma de relatos, romances, chistes, poesías, refranes, canciones, cotilleos…. Esta cualidad ha acompañado al ser humano a lo largo del tiempo.

Si buscamos el origen de la narración, podemos aseverar que el cuento es el género matriz de la literatura, y esto es debido, sobre todo, a su antigüedad. Setenta mil años de entrenamiento han dejado poso. Se cree que el cuento surge en el Paleolítico, y no toma forma escrita hasta la primera muestra conservada en papiro, que data del antiguo Egipto.


En la época de las cavernas, los seres primitivos ya se contaban historias. Cuando faltaban miles de años para que se creara la escritura, los seres humanos eran depositarios y transmisores de la tradición oral. No solo subyacía en todo esto el deseo de contar experiencias propias y ajenas; los más adultos de la tribu también sentían  la necesidad de transmitir su experiencia y conocimiento a los más jóvenes, de brindarles su sabiduría y enseñarles los valores del bien y del mal. Más tarde, estas historias serían portadoras del  universal colectivo.








Para Elena Fortún, el cuento popular suponía el origen de la literatura universal. “La mayor parte de esos cuentos poseen un origen mítico o astrológico. Representaciones siderales, relatos míticos y fenómenos astronómicos parecen estar en el origen de la mayor parte de los cuentos tradicionales. Las narraciones del Panchatantra, en la India, son las mismas que han sido halladas en los sarcófagos egipcios, las que se contaban en las tribus africanas, y también en las europeas. Su origen está en  la Prehistoria”

Los hermanos Grimm, que recopilaron en el siglo XIX los cuentos tradicionales alemanes, creían que Alemania era la nación más rica en este tipo de literatura; pero también Perrault, un siglo antes, suponía que en Francia era donde había tenido su origen el cuento de hadas. Lo cierto es que los cuentos alemanes son los mismos que los franceses, y los rusos, y los fineses…

El espacio narrativo esencial  del cuento popular surge de forma espontánea en un grupo: tribu, familia, clan… Sus miembros se reunían en torno a una hoguera, alrededor del calor y la magia del fuego. El fuego actuaba como un elemento de cohesión: formar un círculo en torno a una hoguera invitaba a la escucha, a compartir historias con los otros miembros de la tribu, fortaleciendo así los lazos intergeneracionales. La palabra convocaba universalmente a lo colectivo.

Existía en este espacio narrativo una situación de sincronicidad y una capacidad de retroalimentación entre narrador y receptor, y eso hacía que las historias nunca fueran exactamente las mismas. Y es que el cuento tradicional o folclórico “vive en variantes” y estas variantes son el principio básico de su permanencia. Se añaden o suprimen elementos, algunos permanecen, otros se eliminan según las versiones.

El cuento tradicional, además de ser el género más antiguo, siempre es anónimo. Permanece en la memoria del pueblo como parte importantísima de su acervo cultural. Su temática es muy variada. Pueden tratar del heroísmo, de la fidelidad, la traición, del amor, de la muerte, de la maldad, de la envidia… Cuando una historia permanece en la memoria colectiva durante siglos es que ha pasado el filtro de la historia, que ha sido considerada un precioso legado para la humanidad. 



La mayoría son cuentos arquetípicos donde el malo es muy malo, el héroe es muy bueno y valiente, y no existen ambigüedades; el objetivo era que el público pudiese identificarse claramente con los personajes.

El ruso Vladimir Propp publica en 1928 La morfología del cuento. Estudia cien cuentos de hadas del folclore ruso y encuentra una serie de puntos recurrentes en todos ellos. Por ejemplo, se repetía siempre la figura del héroe (un muchacho, una muchacha); la del antagonista, es decir el malo, que podía encarnarse en la figura de una bruja, un ogro, una serpiente, un lobo, la madrastra, el dragón, la zorra… ; también se repetían elementos fijos, como el bosque, que simbolizaba la inseguridad ante el camino de la vida, las  dificultades y  pruebas que había que enfrentar para sobrevivir... Se daban también elementos como el viaje iniciático, el regalo, encarnado en un objeto mágico que recibe el protagonista (talismán,  anillo, espada); el hada o el genio; el premio y el castigo, la boda, el regreso, la victoria del héroe sobre el antagonista...

 En la mayoría, el tema fundamental es la transición a la vida adulta,  el paso de la infancia a la adolescencia. Se cree que los cuentos tenían la función de poner en guardia a los niños acerca de los peligros que se podían encontrar en el mundo. Enseñaba, por ejemplo, que desobedecer las advertencias de los padres podía tener fatales consecuencias, que el camino de la vida estaba plagado de pruebas y tareas que debían superar. Si las brujas de los cuentos han asustado durante generaciones enteras a los niños ha sido precisamente para despertar en ellos su capacidad de protegerse frente al mal.