"La casa entera huele, despide el olor delicioso de la tierra mojada después de la tormenta, es un olor que enloquece de alegría, sobre todo cuando va unido a otro olor, al del jabón de Marsella, el de la pureza, el de la honestidad, el de la ropa blanca, el de la blancura, el de nuestra madre, de la inmensidad del candor de nuestra madre. El agua desciende hasta la avenidas."
"...durante la travesía de ese mismo océano, también ya estrenada la noche, en el gran salón del puente principal se produjo el estallido de un vals de Chopin... (...) ... y lloró porque pensó en el hombre de Cholen y no estaba segura, de repente, de no haberle amado con un amor que le hubiera pasado inadvertido por haberse perdido en la historia como el agua en la arena y que lo reconocía solo ahora, en este instante de la música lanzada a través del mar."
"Años después de la guerra, después de las bodas, de los hijos, de los divorcios, de los libros, llegó a París con su mujer. El la telefoneó. Soy yo. Ella le reconoció por la voz. El dijo: solo quería oír tu voz. Estaba intimidado, tenía miedo, como antes. Su voz, de repente, temblaba. Y con el temblor, de repente, ella reconoció el acento de China. (...) Le dijo que era como antes, que todavía la amaba, que nunca podría dejar de amarla, que la amaría hasta la muerte."
"Ha arrastrado... la selva camboyana. Arrastra todo lo que le sale al paso, chozas de paja, selvas, incendios extinguidos, pájaros muertos, perros muertos, tigres ..., islas de jacintos de agua aglutinadas, todo va hacia el Pacífico..., todo es arrastrado por la tempestad profunda y vertiginosa de la corriente interior..."
"... también ella lloró. Lo hizo sin dejar ver sus lágrimas, porque él era chino y esa clase de amantes no debía ser motivo de llanto... El gran coche negro estaba allí. Lo reconoció por esas señales. La forma apenas visible, abatida, que se hallaba en la parte trasera del coche era él. Ella estaba acodada en la borda, como la primera vez en el transbordador. Sabía que la miraba. Ella también lo miraba, ya no le veía pero seguía mirando hacia la fortaleza del coche negro. Y después, al final, ya no le vio."
"El ruido de la ciudad resulta tan próximo, tan cercano, que se oye su roce contra la madera de las persianas. Se oye como si atravesaran la habitación. Acaricio su cuerpo en ese ruido, en ese paso."
"Le había pedido que lo hiciera otra vez y otra. Que me lo hiciera. Lo había hecho. Lo había hecho en la untuosidad de la sangre. Y, en efecto, había sido hasta morir. Y ha sido para morirse."
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