Bourbon y Nembutal para la diosa,
fragilidad escondida
tras unas cuantas gotas de Chanel.
Marilyn perdida
en la soledad de los pianos blancos,
insomnio mezclado con Veronal
y lápiz de labios.
Un teléfono rojo
mordería sus pecas esa noche
-aquella fue la última-
antes que el frío
inundase para siempre
el ancho espacio rubio de sus venas.
Carmen Cabeza
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