CODORNICES EN PÉTALOS DE ROSA
Se desprenden con mucho cuidado los pétalos de las rosas, procurando no pincharse los dedos, pues los pétalos pueden quedar impregnados de sangre y esto puede provocar reacciones químicas, por demás peligrosas.
Ya que se tienen los pétalos deshojados, se muelen en el molcajete junto con el anís. Por separado, las castañas se ponen a dorar en el comal, se descascaran y se cuecen en agua. Después, se hacen puré. Los ajos se pican finamente y se doran en la mantequilla; cuando están acitronados, se les agregan el puré de castañas, la miel, la pithaya molida, los pétalos de rosa y sal al gusto. Por último, se pasa por un tamiz y se le agregan sólo dos gotas de esencia de rosas. Las codornices se ponen en un platón, se les vacía la salsa por encima y se decoran con una rosa completa en el centro y pétalos a los lados.
La fusión de la sangre de Tita con los pétalos de las rosas que Pedro le había regalado resultó ser de lo más explosiva.(...)
A Gertrudis algo raro le pasó. Parecía que el alimento que estaba ingiriendo producía en ella un efecto afrodisíaco, pues empezó a sentir que un intenso calor le invadía las piernas. Un cosquilleo en el centro de su cuerpo no la dejaba estar correctamente sentada en su silla. Empezó a sudar y a imaginar qué se sentiría al ir sentada a lomo de un caballo, abrazada por un villista, uno de esos que había visto una semana antes entrando a la plaza del pueblo, oliendo a sudor, a tierra, a amaneceres de peligro e incertidumbre, a vida y a muerte. (...)
Lo único que la animaba era la ilusión del refrescante baño que la esperaba, pero las gotas que caían de la regadera no alcanzaban a tocarle el cuerpo: se evaporaban antes de rozarla siquiera. Ante el pánico de morir abrasada por las llamas salió corriendo, así como estaba, completamente desnuda.
Para entonces el olor a rosas que su cuerpo despedía había llegado muy, muy lejos. Hasta las afueras del pueblo, en donde revolucionarios y federales libraban una cruel batalla. Entre ellos sobresalía por su valor el villista ese, el que había entrado una semana antes a Piedras Negras y se había cruzado con ella en la plaza.
Una nube rosada llegó hasta él, lo envolvió y provocó que saliera a todo galope hacia el rancho de Mamá Elena. Lo guiaba el olor del cuerpo de Gertrudis. Llegó justo a tiempo para descubrirla corriendo en medio del campo. Entonces supo para qué había llegado hasta allí. Esta mujer necesitaba imperiosamente que un hombre le apagara el fuego abrasador que nacía en sus entrañas.
Un hombre igual de necesitado de amor que ella, un hombre como él.
LAURA ESQUIVEL (extracto de la novela: Como agua para chocolate)
Hermosas rosas. Hermosas palabras. El fuego siempre es hermoso.
ResponderEliminarEl fin de todo arte: la belleza. En el fondo y en la forma. Belleza de las rosas, belleza del fuego y la palabra. En fin, una hermosura...
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