LA GABARDINA DE MI PADRE
La que se cae a trozos,
la que uso todavía cuando viajo al norte,
como se aferra el don de un comodín.
Recuerdo que al probármela
descubrí en sus bolsillos caramelos de menta
y un papel con los últimos recados.
Miel, manzanas, dos paquetes de Kleenex,
unas pilas de larga duración
que no cumplieron nunca su promesa,
y una nota final: Librería Hiperión.
Aún tiemblo.
Mi padre que pensé no había leído nunca
los libros que escribí,
los conocía todos, me dijeron, los compraba frecuente,
me dijeron, y elegía con pausa, me dijeron,
en función del regalo y la persona
a quien quería hacérselo, su médico, vecinos,
sus amigos, a cada cual un título.
No podía creerlo.
Yo experto en sus silencios, él experto en mis fríos.
Dos buscándose, y nunca.
Así la vida
Poema del libro HOTEL VIVIR, de Fernando Beltrán
Imagen: Rafal Olbinski
Así la vida... pero, a ratos, se leen poemas como este y quizá ese "así la vida" cambia un poco. Cambia porque nos leemos en lo que leemos y, a veces, no siempre, pero, a veces, tras la reflexión y el reconocimiento, actuamos.
ResponderEliminarLa desolación del final es terrible. "yo experto en sus silencios..." "dos buscándose, y nunca..." "Así la vida". Tantas personas que nunca se encuentran, el silencio del padre, el frío del hijo, la tristeza sin remedio... Ojalá, como dices, las cosas cambien un poco tras la lectura de poemas como este.
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