En
su ensayo La filosofía de la composición,
Edgar Allan Poe reflexiona, en unas páginas no exentas de ironía, acerca del
método más idóneo para escribir un poema. Textualmente dice:
“Muchos escritores, especialmente los
poetas, prefieren que la gente crea que escriben bajo una especie de frenesí,
de intuición extática. Pero, si echáramos una ojeada tras el telón,
contemplaríamos los entresijos, la vacilación y el artificio que, en el 99% de
los casos, caracterizan el trabajo del escritor”
¿Es
cierto que la belleza depende fundamentalmente de la estilística, de la
maquinaria retórica, de conceptos como la musicalidad, el ritmo, la connotación…,
o existe otra medida, algo más allá del mero virtuosismo? ¿Habrá vida después
de las metáforas?
En
el extremo opuesto a Edgar Allan Poe se encuentra el poeta inglés Coleridge,
que confesó haber concebido su poema Kubla
Khan durante el sueño, bajo la influencia
del opio. En cuanto despertó empezó a escribir, de forma prácticamente automática,
los versos que había soñado previamente.
Exageraciones
aparte, hay más autores que relacionan el germen de lo literario con una
función “esotérica” del lenguaje, una suerte de ciencia infusa relacionada con
términos como magia o “revelación”, que sustituye al ya periclitado “inspiración”.
Nos
gustaría poseer la sustancia y la forma, el contenido y el continente,
desentrañar la inaprensible materia con que se teje la belleza. Si el poema
hace posible sentir lo impalpable, si consigue hacer visible lo invisible, nos
gustaría encontrar el secreto, conocer la clave o proporción áurea capaz de
captar esa magia, como si se tratase de un mecanismo matemático, capaz de
generar textos exquisitos que aúnen intensidad y perfección a partes iguales.
Pero
creemos que eso es imposible. Y como decía el maestro, Jorge Luis Borges:
“La belleza es ese hermoso misterio que
ni la psicología ni la retórica pueden descifrar”
CARMEN CABEZA
Lo de la inspiración es algo con lo que se suele exagerar, como si el que escribe entrase en una especie de trance. Yo no he experimentado nada parecido, pero sí que me he encontrado momentos en que, no sé por qué, la escritura me salía casi sola. Pero en general el proceso de escribir requiere esfuerzo, paciencia y muchas dudas, y lo más importante: ganas. Querer escribir, querer decir algo. Como cualquier otro arte, la literatura es ante todo un ejercicio de voluntad, aunque la voluntad por sí sola no basta.
ResponderEliminarSí que es cierto que existe una especie de "magia" en las palabras. Yo cuando escribo un poema no escojo el tipo de estrofa que voy utilizar. Lo que me planteo es lo que quiero decir con el poema, y entonces busco las palabras para decirlo. Y son las propias palabras las que acaban conformando por sí mismas la estructura del poema.
No creo que exista una clave para la belleza literaria, si acaso una combinación de voluntad, talento y emoción.
Una última cosa: ¿conoces algún fumadero de opio por aquí?
Ja, jaaa... Ya me gustaría conocer algún fumadero de opio, más bien por lo exótico y lo literario que por otra cosa, pero el opio hace años que ha sido sustituido por vulgares pastillas y analgésicos de poca monta que han perdido la antigua "magia" de la morfina en estado puro.
ResponderEliminarQuizá las drogas ayuden a crear estados de la percepción que en situaciones normales no podemos ver, pero, como tú dices, la belleza de la escritura depende de la voluntad, pero no solo de ella. También hace falta talento y emoción. Y hace falta ver más allá de lo que otros ojos son capaces de ver; creo que eso, que así dicho parece formar parte de la alquimia o de la mística, es lo que diferencia unos textos de otros. Y, por supuesto, el poder de la palabra, que es enorme y genera realidades por sí misma...
Me alegra mucho verte por aquí... Muchas gracias por tu comentario