Creo
que un cuadro acaba perteneciendo a los ojos que lo contemplan. Escogí "Dauphinee House" porque, como todas las pinturas de Hopper, contiene un montón de elementos que te hacen imaginar una historia.
A primera vista, el cuadro evoca una alegría aparente. En una
primera ojeada atrae la brillante amalgama de tonos cítricos, verde lima, menta,
amarillo cadmio… Pero en una segunda mirada podías descubrir algo menos risueño. Porque más allá del azul cian y el esplendor
en la hierba (Wordsworth dixit), por encima de la reluciente pradera, hay una casa cerrada que
se adivina primorosamente blanca, y que, para mí, constituye el núcleo de la
historia.
Pensé que
más allá de albor, de la perfecta gradación de azules: índigo, celeste, añil…,
más allá del lavanda y el azul de Prusia, podía olerse el mar, tal vez en un probable acantilado detrás de la casa, un mar poderoso, imperceptible
a la vista. De ahí la turbulencia.
Porque,
tras la aparente placidez, se percibe una amenaza cierta, palpable sobre todo en
la silueta de los árboles, en ciertas formas extrañas que poseen una quietud
siniestra, algo que recuerda a los pájaros de Hitchcock, una negrura de cuervos
posados en los árboles que otorgan a la imagen una cualidad inquietante.
Y llegados a ese punto, creo que todos podríamos sentir que habitamos en esa casa sitiada; todos podríamos reconocernos a nosotros mismos en ese refugio contra las sombras, y sentir el palpitar de esa casa que se enfrenta al miedo cada día, desafiándolo con gestos cotidianos. Cotidianas e invencibles rutinas como el horario de los trenes, el café de la mañana que conjura la soledad de una jornada igual que la anterior, el olor a pan caliente, la belleza de unas flores recién cortadas..., esa lluvia de detalles que, sin embargo, no sirven para que desaparezcan las sombras, porque todos sabemos que cada vez que los habitantes de esa casa imaginaria se asomen a la ventana, volverán a ver a los pájaros, y que los pájaros, como aves de mal agüero, continuarán en el mismo sitio, imperturbables, tercos, como manchas troquelando de suciedad el horizonte, amenazando la felicidad y los sueños...
Carmen Cabeza
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