Grease o la
postmodernidad
Desenfadada y ligera, Grease contiene una serie de referentes
metaficcionales que conforman una especie de
patchwork. Es un cóctel por la heterogeneidad de sus ingredientes (juego de
géneros que confluyen en la película: musical, comedia, melodrama, cine de
aventuras…), y es postmoderna porque la mayoría de las secuencias presuponen la
complicidad del espectador, desde el guiño al cine épico (Ben-Hur en la carrera
de aurigas versus coches tuneados por las bandas de T-Birds y Scorpions en la carrera por el canal) hasta
las referencias al melodrama de los años cincuenta, con alusiones directas a
Sandra Dee (actriz secundaria en
melodramas de género como “Imitación a la vida” o “Retrato en negro”) o a Doris
Day, la novia de América, de moral intachable, pudorosa y escrupulosamente
peinada.
En la fiesta de pijamas de las
Pink ladies, Rizzo, la chica “mala”, interpreta una canción (“Look at me, I’m
Sandra Dee) donde se verbaliza esa comparación entre Sandy (Olivia Newton John)
y Sandra Dee. También se hace referencia a Doris Day y Rock Hudson; al actor
Troy Donahue, (cuya foto aparece en el tocador de Frenchy), un guaperas alto, rubio
y bastante insulso que actuó en películas de principios de los 60 como “Verano
de amor” y se convirtió en un ídolo para las adolescentes de la época. Sandra
Dee representó papeles de muchachita ñoña, encarnando a un tipo de adolescente
dócil y sumisa.
En Grease las huellas
cinematográficas son constantes, como el inicio de la carrera de coches en el
canal, donde una rutilante Cha-Cha marca la salida con un pañuelo que se quita
del cuello en un calco de la misma secuencia en “Rebelde sin causa”, con una
adolescente Natalie Wood que hacía exactamente lo mismo. También se da una
reiteración de elementos típicos del cine para adolescentes, como el baile del
instituto, la chica buena (Sandy), las chicas malas (Rizzo, Cha-Cha…), el “musculitos”
(un irreconocible Lorenzo Lamas al
comienzo de su carrera…) Pero la cinta
contiene muchos ecos, quizá menos perceptibles, como las escenas que recuerdan
películas musicales de Elvis Presley, “Fiebre del sábado noche”, con un
Travolta que se parodia a sí mismo en su papel de Tony Manero; o
“West side story”, con
coreografías que recuerdan a la Rita Moreno
del famoso número “America”.
El resultado es un pastiche postmoderno excelente, que juega con la
tradición cinematográfica, recicla materiales ya existentes y elabora una
recreación de iconos para cinéfilos y
aficionados al cine que ha resistido
perfectamente el paso del tiempo.
Carmen Cabeza
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