Poema escrito por una mujer afgana. Recopila historias sucedidas a varias mujeres en Afganistán.
Estoy junto a tu oído
sin ser vista.
Antes de la flagelación, me enterraron
en el barro hasta la cintura.
Cien veces y una, me golpearon con un bastón.
Por llevar burka,
el mullah se libró de ver mi sangre.
Cundo mi familia me llevó a casa
estaba inconsciente. Les habían prohibido
que buscasen tratamiento.
Cuando morí, a la mañana siguiente,
nadie se sorprendió. Sucedió tres días después
de mi decimoctavo cumpleaños.
Estoy junto a tu oído
sin ser vista.
Cuando tenía catorce años
quería ser maestra. Recuerdo
reírme con mis amigas
camino a casa desde la escuela.
Recuerdo escribir poemas sobre el futuro,
soñando despierta en la ventana del cielo aterciopelado.
Imposible, entonces, creer lo que vendría.
Cuando tenía quince años, vinieron.
Miedo. Hambre. Constante.
Mis hermanas y yo comíamos
lo que dejaban los hermanos. Poco.
Tres años. Mi hermana menor enfermó.
Mi padre la llevó al hospital,
pero le dijeron que la tirara.
Ella murió en la puerta.
Fue entonces cuando mi ira
nos puso en peligro a todos.
En su nombre, comencé una escuela secreta.
Para poder leer, para poder escribir,
cinco niñas y yo arriesgamos nuestras vidas.
Lo volvería a hacer.

Cuando entraron en casa para intimidarnos,
encontraron las pizarras de la escuela
escondidas detrás de mi cama.
Me llevaron ante el muláh y no dije nada.
Él sí dijo: cerró la puerta y me violó.
Estoy junto a tu oído
sin ser vista.
La hambruna y la depresión
hacen que mis periodos sean escasos.
Por eso quizás no supe nada sobre el bebé al principio.
Mi tía tenía la hierba correcta
en una maceta escondida en su techo.
Se quedó mientras mi bebé se desangraba.
El mullah lo aprendió todo.
Anunció mi delito de haber tenido un aborto,
lo que demostró que yo era promiscua.
Mis crímenes encubrieron los suyos
y nadie podía hacer nada.
Solo rezar para que yo pudiera sobrevivir.
Estaba lista para partir.
Doce millones de años viviendo
junto a sus oídos sin ser vistas…
Las mujeres y las niñas que viven y vivieron
exigen tu indignación.
¡Levanta tu velo! ¡Abre tu oído!