lunes, 31 de mayo de 2010

MAYO ( "Viento maldito")




Mayo ha muerto

en el cristal de las rosas núbiles,

falto de azul celeste

y noches de piano con Chopin,

nocturnos de anémonas sin luna

y orquídeas desnatadas

que agonizan en mayo,

como el desierto,

como el amante,

como la nieve turbia

del viento

de mayo.






Carmen Cabeza

domingo, 30 de mayo de 2010

NADA

Nada.

Entre las cuatro paredes

no hay nada.

Contornos,

brumas,

algún objeto inanimado

entre las cuatro paredes.

Nada.

Afuera,

la melena de una muchacha azul,

con sus cintas blancas,

como una novia.
Afuera, el deseo,

la posibilidad,

la nada otra vez.

Abajo, la calle

con su vestido gris.




Pintura: Friendly persuassion, de Rafal Olbinsk

Texto: Carmen Cabeza Martínez

sábado, 29 de mayo de 2010

MEMORIA


Las casas están llenas de tiempo. Los objetos de la memoria se multiplican hasta invadirlo todo: ocupan las esquinas, los pequeños espacios; acaparan armarios y cajones, se meten en la cama contigo, y junto a los recuerdos, tú también te vas cubriendo de polvo, con las lentejuelas doradas, los botones desprendidos de sus ojales o las entradas de viejos conciertos de rock que nunca pudiste tirar a la basura... Somos animales sentimentales y nos alimentamos de nostalgia. Es cierto. Tengo en casa cientos de objetos inservibles de los que me niego a desprenderme, porque me parece fascinante poseer algo capaz de contener el tiempo. No quiero tirar a la basura mi colección de monedas llenas de moho, los cromos de colores con los que jugaba en el patio del colegio o cierto tipo de cosas que siempre salvaré de la quema cuando decida hacer limpeza general. Sé que nunca me voy a deshacer de los antiguos boletines de notas, o de las cartas de amor que me escribieron, (sobre todo las ridículas -ya lo dijo Pessoa-), de algunos poemas igualmente ridículos, de los relojes rotos... Esos relojes oxidados que marcaron el tiempo en mi muñeca y ahora crían malvas en el fondo del joyero.
Me gustaría tener mucho sitio. Un desván enorme para almacenar recuerdos; un desván interior, con infinidad de rincones repletos de cajas, fotografías, trastos averiados, cicatrices, objetos perdidos... Pero, desgraciadamente, las casas son muy pequeñas. No tienen desvanes. La mía, ni siquiera trastero. Y la memoria no puede contener tal desmesura. Por eso, al final, nos castiga con el olvido, incapaz de cargar con semejante exceso de equipaje.
Carmen Cabeza Martínez

viernes, 28 de mayo de 2010

VIOLINES

Wasily Kandinsky: Amarillo, rojo y azul (1925)


Hábiles bocas de luthiers
fueron lamiendo su cuello,
el mástil,
ascendieron despacio
al barniz impecable de su ceja;
tallaron su cuerpo
hasta lograr la escotadura más esbelta.

El primer gemido
desgranó un registro estridente
de platos chinos
-salsa agridulce
en brotes de primavera-
sollozos de Verlaine en el otoño
y violas anegadas
desafiando el hielo...

Más tarde afinó su clave oval
-violines de Cremona,
Venecia sumergida
en vibratos agudos-
gatos verdes que arañaban sus cuerdas
hasta rasgar la noche
en maullidos en celo.

El arco ceñía su cintura
una y otra vez
hasta extraer el placer más intenso,
el trémolo más alto,
la nota más aguda...

Carmen Cabeza Martínez