viernes, 28 de mayo de 2010

VIOLINES

Wasily Kandinsky: Amarillo, rojo y azul (1925)


Hábiles bocas de luthiers
fueron lamiendo su cuello,
el mástil,
ascendieron despacio
al barniz impecable de su ceja;
tallaron su cuerpo
hasta lograr la escotadura más esbelta.

El primer gemido
desgranó un registro estridente
de platos chinos
-salsa agridulce
en brotes de primavera-
sollozos de Verlaine en el otoño
y violas anegadas
desafiando el hielo...

Más tarde afinó su clave oval
-violines de Cremona,
Venecia sumergida
en vibratos agudos-
gatos verdes que arañaban sus cuerdas
hasta rasgar la noche
en maullidos en celo.

El arco ceñía su cintura
una y otra vez
hasta extraer el placer más intenso,
el trémolo más alto,
la nota más aguda...

Carmen Cabeza Martínez

4 comentarios:

  1. Ummm esa nota aguda que se clava en lo más profundo de los sentimientos; ese violín embravecido que se lamenta por tus ojos grises; ese poema de Verlaine que suena y suena y vibra y nos vuelve más leves, menos tensos, más humanos, desvalidos.
    Besos.

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  2. Gracias, Esmeralda, eres la primera en publicar un comentario en mi blog; además es precioso. Tienes razón, el violín consigue conmoverme en lo más profundo; su música llega a ese lugar que queda entre el primer y el segundo chakra, las vísceras, el núcleo de las emociones, y te friega por dentro. Me fascina. La música consigue eso, y otras cosas... Un beso fuerte.

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  3. Hola, Lavie, bienvenido a mi blog. Ese poema es mío, sí. Lo escribí pocos días antes de iniciar "La voz abierta", me gustó y lo convertí en mi primer post.
    Muchas gracias por tu comentario y un cariñoso saludo.

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