"A Jaime, aquel enamorado de inagotable paciencia que esperó toda una vida por Marlene"
Jaime, perdido, sufre la tormenta de las horas bajo sombras de hojalata, asfalto por zapatos, bolsas de basura gris, y la noche, como un guante de cuero que se traga coches, semáforos y gráciles sirenas que pasean medias de cristal, le besa en la nuca.
Jaime, desesperado, espera a Marlene bajo la lluvia, verde como su boca, roja como el beso de Marlene, ámbar como los ojos del recuerdo, y el agua es tan espesa que se convierte en un mar de expectación, y el tiempo es tan grande, se ha ensanchado tanto, que se impregna de un olvido tenue y oxidado como las tuberías de esta ciudad. Y, así, sin darse cuenta, han ido pasando las horas y Jaime ha esperado tanto tiempo a su amada que los ojos se le han llenado de canas, y las sienes de surcos profundos e indeseables, y hasta el semáforo rojo ha sido arrastado por la dilatada espera que no ha tenido fruto ni sentido.
Ahora, el cielo se tiñe de azafrán y violeta y pasea la sombra de las lágrimas, mientras, viejo ya, sin esperanzas, Jaime continúa esperando a Marlene bajo la lluvia...
Carmen Cabeza