Hábiles bocas de luthiers
fueron lamiendo su cuello,
el mástil,
ascendieron despacio
al barniz impecable de su ceja;
tallaron su cuerpo
hasta lograr la escotadura más esbelta.
El primer gemido
desgranó un registro estridente
de platos chinos
-salsa agridulce
en brotes de primavera-
sollozos de Verlaine en el otoño
y violas anegadas
desafiando el hielo...
Más tarde afinó su clave oval
-violines de Cremona,
Venecia sumergida
en vibratos agudos-
gatos verdes que arañaban sus cuerdas
hasta rasgar la noche
en maullidos en celo.
El arco ceñía su cintura
una y otra vez
hasta extraer el placer más intenso,
el trémolo más alto,
la nota más aguda...
Carmen Cabeza Martínez
Ummm esa nota aguda que se clava en lo más profundo de los sentimientos; ese violín embravecido que se lamenta por tus ojos grises; ese poema de Verlaine que suena y suena y vibra y nos vuelve más leves, menos tensos, más humanos, desvalidos.
ResponderEliminarBesos.
Gracias, Esmeralda, eres la primera en publicar un comentario en mi blog; además es precioso. Tienes razón, el violín consigue conmoverme en lo más profundo; su música llega a ese lugar que queda entre el primer y el segundo chakra, las vísceras, el núcleo de las emociones, y te friega por dentro. Me fascina. La música consigue eso, y otras cosas... Un beso fuerte.
ResponderEliminarese poema es suyo belladona ?
ResponderEliminarHola, Lavie, bienvenido a mi blog. Ese poema es mío, sí. Lo escribí pocos días antes de iniciar "La voz abierta", me gustó y lo convertí en mi primer post.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario y un cariñoso saludo.