
El verde sínople que conocimos,
las nubes nómadas,
la cántiga de amor del mar,
las piedras, el sol del cementerio,
la plata de baba de caracol
en la tapia del paraíso,
el agua de los charcos de abril pascual
me dan ganas de arrodillarme,
de llorar,
pedir perdón
a las que entonces no podían ver más que un camino oscuro,
un cielo quieto, sin pájaros ni cirros,
un mar muerto, rocas peladas,
hipogeos sin luz,
tierra seca
y la seda cruenta de las banderas airadas de la paz.
Al anochecer, cuando bajéis las persianas
o debáis pulsar los interruptores de la luz,
en esa hora de penumbra
en que las camas se abren como flores,
en ese momento extraño de silencio y cantos de madera
que es para las mujeres algo así
como perdonarse arrugas y encontrarse bellas
en el espejo del pasillo asaltado por la noche,
encended velas,
quemad cirios,
y veréis hermanas, ojos, pupilas, miradas
de cuantas nos abrieron caminos a este mundo,
de las que fueron barqueras
que en sus lanchas nos llevaron
a la orilla de esta playa,
y entenderéis con emoción y orgullo
la historia de coraje y de renuncias,
valentía, dudas,
dolor, gozo
que seguimos tejiendo quienes no esperamos
el regreso salvador de los Ulises.
Carmen Gómez Ojea
Carmen Gómez Ojea (Gijón, 1945), ha obtenido prestigiosos premios literarios, como el Nadal por Cantiga de agüero (1982), el Tigre Juan de novela por Otras mujeres y Fabia (1981), el Carmen Conde de poesía por En la penumbra de Cuaresma (1993), y muchos otros... Casada y madre de seis hijos, Carmen escribe desde que era una niña, y lo hace con la pasión y la fuerza de una letraherida marcada por el amor incondicional a las palabras. Autora de poesía, novela, narrativa infantil y juvenil, relatos, artículos de opinión..., es colaboradora habitual del periódico La Nueva España. El poema anterior forma parte del libro Apostasías, publicado en formato digital en Bubok.com.