Era otro cielo el que dormía
sobre mi manto de tierra.
Otro cielo
el que deseaba las flores
que había destrozado con mi boca.
Un cielo norte,
de horizonte blanco y nubes negras
sobre un mar ajeno de violetas.
Era otro cielo el que miraba
mi proyección sombría
y salpicaba, con su espuma,
los abrojos de mi sangre seca...
Carmen Cabeza Martínez
Cuadro de John Atkinson Grimshaw
Leí el poema esta mañana. Me ha encantado su musicalidad y sus tonos neblinosos. La foto lo acompaña de maravilla. Curioso los vínculos que uno siente al leer o ver a los demás. En esta caso, más allá del bellísimo poema, me he sentido así con la foto: en breve colgaré una foto neblinosa en mi horizonte. Un abrazo, Carmen.
ResponderEliminarHermoso y también inquietante. Todos aspiramos a otro cielo. Esperemos que no sea necesaria la muerte para encontrarlo.
ResponderEliminarGracias, Índigo, por tu comentario. El poema es antiguo, porque hace ya dos o tres años que no escribo poesía, y saco del cajón cosas viejas para poner en el blog. Y respecto al cuadro, se lo debo a "Princesa nadie", la autora de un blog plásticamente perfecto, bellísimo, que hizo una entrada sobre ese pintor (John Atkinson Grimshaw)para mí desconocido hasta ahora. Me maravillan sus cuadros otoñales y melancólicos. Gracias de nuevo y un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario, Rumeinia. El toque inquietante es debido a los ecos de palabras como destrucción,sangre, sombría, etc. Pero reconozco que no es nada calculado previamente; sale solo al escribir, sin más... Tiene que ver con lo irracional, que es mucho más interesante que lo racional y lógico...
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