
La luna me hiere y me sonríe
desde los lechos blancos.
Me está matando y sonriendo
vistiéndome con rayos
de luz fría y azulada.
Junto al sordo latir de la crisálida,
la luna me hiere y me sonríe
desde su esfera blanca...
Está brillando en el espejo,
como un cuchillo,
y la siento,
en su naufragio,
clavarme puñales de azahar...
Sobre la piel desnuda de la noche,
sobre el aullido mágico del viento,
la luna me mata y me sonríe
pariendo con torrentes de azucena...
Carmen Cabeza Martínez